Época:
Inicio: Año 1400
Fin: Año 1450

Antecedente:
Monarquía y arte en Navarra
Siguientes:
Los esplendores del gótico: el palacio de Olite
Otras obras promovidas por Carlos III

(C) Javier Martínez de Aguirre



Comentario

Una dolorosa enfermedad trajo la muerte al rey Carlos II en 1387. Su hijo Carlos III (1387-1425), que ya en vida de su progenitor había servido de instrumento de paz (rehén de los franceses; casado con la infanta Leonor de Castilla), iba a cambiar la vocación del reino. De ser un satélite de intereses franceses o de haber participado sin beneficio en toda contienda cercana, el talante pacificador del rey Noble lo iba a conducir a ser remanso de vida placentera en que las producciones artísticas se desarrollaron a gran nivel. Pero el cambio no podía consumarse de un día para otro. Las arcas reales estaban exhaustas y el prestigio de Navarra bajo mínimos tras la última invasión castellana.
El camino fue lento. Tres años tardó en coronarse (1390), casi quince más en recuperar dentro de lo posible rentas y territorios patrimoniales en Francia (Tratado de París, 1404). El nuevo rey no esperó tanto para poner de manifiesto una personalidad volcada hacia el clima lujoso y refinado de las grandes cortes de finales del siglo XIV. Una de sus primeras iniciativas fue, como había hecho Carlos II, mandar erigir una capilla en la catedral en recuerdo de su padre, cuyo proyecto correspondió al mazonero Juan García de Laguardia, quien había sido maestro mayor del reino en tiempos de su progenitor.

A continuación destapó sus intereses propios: entre 1388 y 1394 gastó casi 25.000 libras en edificaciones y ornamentación (pinturas, vidrieras, etcétera), del castillo de Tudela, ampliado con terrenos de la judería. Los motivos que adornaban muros y ventanas denotan interés por la heráldica y las hazañas caballerescas, de amplia aceptación en las cortes europeas contemporáneas. Nada queda hoy de sus lujosas estancias. También estos primeros años de reinado son fructíferos en piezas de orfebrería. El relicario de San Saturnino (1389) y el cáliz de Ujué (1394) constituyen la muestra de una intensa actividad cuya calidad es indudable.